WPRI, Radio Internacional
© 2024, Adriana Pantoja
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Reseñas
https://prpop.org/2024/05/ondas-de-realidad-en-wrpi-internacional/
Fundación Nacional para la Cultura Popular
Alina Marrero, mayo 6, 2024
Ondas de realidad en ‘WPRI Internacional’
por Alina Marrero
El no dividir a los personajes entre buenos y malos, es un acierto conmovedor en esta pieza de Adriana Pantoja, presentada en el Festival de Teatro Puertorriqueño.
En el pasado, hemos aplaudido puestas en escena que exploran la radio. Recordamos que en la década de 1980 se presentó “El llamado de la sangre” del venezolano José Gabriel Núñez, con elenco estelar de telenovelas, en la Sala Carlos Marichal del Centro de Bellas Artes.
En 1985, estrenó “A puro bolero”, una obra de Roberto Ramos-Perea ubicada en la década de 1980, que explora, entre asuntos políticos y otros detalles, el gran mal del “derecho a la mediocridad”.
Aun tenemos presente el revuelo público que ocasionó la disputa entre una actriz y un actor, esposos, por cierto, y protagonistas en esa producción. El incidente, en lugar de malograr la puesta en escena, colaboró para que las funciones se abarrotaran.
En 2010, y como parte de la edición 51 del Festival de Teatro Puertorriqueño que auspicia el ICP, estrenó “La radio está encendida”, versión de José Félix Gómez y Miguel Vando de “Usted tuvo la culpa Señor Bolero” de Osvaldo Luis Cintrón.
Esta obra, ubicada en la década de 1950, fue producida por Teatro del 60, y dirigida por José Félix Gómez. Contó con la participación de la actriz nacional Idalia Pérez Garay, entre otros buenos actores, y subió a escena en la Sala René Marqués del Centro de Bellas Artes de Santurce.
Catorce años después, Cuarzo Blanco, Inc., que preside Adriana Pantoja, en conmemoración del trigésimo quinto cumpleaños de la compañía de teatro, estrenó la obra “WPRI Radio Internacional”, como parte de la entrega 61 del Festival de Teatro Puertorriqueño que auspicia el Instituto de Cultura Puertorriqueña.
La comedia, original de la propia Adriana Pantoja, se presentó del 19 al 28 de abril de 2024, en la Sala Carlos Marichal del Centro de Bellas Artes de Santurce.
Como ocurre en las producciones de Cuarzo Blanco, todas las funciones integran lenguaje de señas para sordos, y el matiné del domingo incluye audio descripción para ciegos.
Con esta producción, Adriana Pantoja, combinó otros dos eventos importantes para celebrar: 102 años de radio isleña y 70 años de televisión puertorriqueña.
Pantoja, quien, desde hace años, produce el programa inclusivo de radio Artefusión, y formó parte del Taller Dramático de Radio 940 AM hasta su desaparición en 2021, no solo conoce al dedillo el medio radial, sino que trabajó junto a quienes fueron estrellas de la época dorada de la radio en la década de 1950, como Rey Francisco Quiñones, Juan Carlos Santacruz, Benjamín Morales, Miguel Ángel Álvarez, y Luz Odilea Font.
La combinación de la experiencia, la evidente investigación, el talento y la misión de ofrecer al público productos didácticos y entretenidos, se abrazaron para agasajar a los homenajeados y celebrar un cumpleaños encantador.
La trama de “WPRI, Radio Internacional” se desarrolla el domingo 28 de marzo de 1954, día del estreno de la televisión en Puerto Rico. Los que laboran en una estación de radio, que tiene su sede en un pueblo lejos de la capital, temen el fin de la era radial, y, por ende, el fin de sus empleos.
La situación se complica más cuando el locutor estrella falta al trabajo – ¡sin avisar! – para ir a una audición de televisión en WKAQ, en San Juan. Ese enredo comienza a desencadenarse cuando los personajes deciden levantarse a favor de lo que siempre han deseado, pero antes de la solución cuando todos se ponen de acuerdo en transformar la radio a favor de los tiempos, el asunto se complica más.
La televisión comenzó en la BBC, en el Reino Unido, en 1936. En Estados Unidos dio inicio en la NBC, en 1939, pero no se convirtió en un medio desarrollado hasta después de la de la Segunda Guerra Mundial.
El medio llegó, varios años después a Puerto Rico, y de la misma manera que sucedió en todos los países donde ya había televisión, este evento de grandiosa aceptación masiva, no significó el fin de la radio (tampoco del cine).
Pantoja aprovecha el hecho de que todos sabemos eso, a favor de su comedia, por lo que nos reímos del terror al cambio de unos seres humanos, a quienes, a la vez, deseamos abrazar.
Otro asunto que sobresale en esta pieza merece mención especial. El 10 de junio de 1948, se aprobó la Ley 53, conocida como la Ley de Mordaza, que declaró como ilegal la exhibición o posesión de la bandera puertorriqueña, hasta en la propia casa.
La Mordaza fue promulgada para sorprender al movimiento independentista en el País y limitar la expresión de la identidad nacional.
Aunque la Ley fue derogada en 1957, Luis Muñoz Marín izó la bandera puertorriqueña en la proclamación de la Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico en 1952.
Desde ese momento, los puertorriqueños se sintieron libres para llevar la monoestrellada, ideada y confeccionada por Antonio Vélez Alvarado, el 11 de junio de 1892, en Nueva York.
La directora le hace honor a esa libertad, al colocar pequeñas banderas de Puerto Rico en los escritorios de dos personajes bien delineados, relacionados con el ideal de la independencia, y una escena de confrontamiento político entre dos, construida con acierto y verdad.
Otras realidades importantes, que rondaron aquel momento, y rondan, a la vez, el texto de Pantoja, fueron, el ataque nacionalista a la Casa Blair en 1950, el tiroteo liderado por Lolita Lebrón en el Congreso de los Estados Unidos en 1954, las pruebas nucleares en Estados Unidos, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea.
La actitud de deber de un joven independentista puertorriqueño ante el servicio militar obligatorio, entonces, puede, hoy, parecer contradictorio, si se mira con falta de conocimiento y pasión sin sentido común.
En nuestro hogar, como en muchos hogares en Puerto Rico, un orgulloso padre independentista, fue también un orgulloso veterano de la Guerra de Corea. La guerra de Vietnam cambió el enfoque, y en 1973, papá independentista y veterano apoyó la decisión de objeción por conciencia de un apolítico hermano.
El no dividir a los personajes entre buenos y malos, es un acierto conmovedor en esta pieza.
El racismo – aún dentro de una familia interracial – es otro asunto que saluda en este trabajo como una realidad con la que hay que bregar.
Cuando fuimos a ver la obra y entramos en el 28 de marzo de 1954, de la obra, los telerreceptores (como se llamaban los televisores) o “la cajita mágica”, en muchos hogares de nuestro archipiélago estaban por mostrar, a través del canal 2, a las seis y media de la tarde, algo más que “la carta de ajuste de Cabeza de Indio” que se veía antes de la programación y que recordamos, con la ternura de nuestra más temprana niñez.
De haber penetrado en el futuro inmediato, hubiéramos visto a Evelio Otero recitar las noticias en la primera emisión de “Telenoticias”, pero la dramaturga se detiene antes de eso.
Nuestro encuentro con el sugerido set de época, micrófonos, consolas, accesorios, etc., en el teatro arena a tres lados seleccionado por la directora para elaborar su creatividad, fue convincente. De igual manera funcionaron las luces y la escenografía.
La música que se daba mientras esperábamos, fue un verdadero regalo. Pero cuando corría la obra y entró a escena aquella fiambrera, sonreímos con nostalgia y una lágrima.
El montaje, a nuestro parecer, tiene dos momentos cúspide. Uno de los mismos es dramático: confrontación entre primos que profesan ideales políticos diferentes, detenidos por la intervención de una mujer.
El otro es tierno, y muy simpático: la reacción de todos los personajes ante el indio estático en la pantalla del televisor.
Lo inclusivo (lenguaje de señas para sordos) en la ruta escénica de Adriana Pantoja parte desde la necesidad exacta de los sordos y culmina en una estética casi coreográfica, creación que ha perfeccionado la directora a lo largo de su trayectoria.
José Brocco se destacó como Vicente Rivera, el ingenuo y más disciplinado empleado de la estación radial, que padece de lo que hoy se conoce como Asperger. El actor, fiel a su personaje hasta la médula, logró que su participación fuera dilecta del público. Aplausos.
Pantoja, con intérpretes de señas tan talentosos y capaces como sus actores, integra su coreografía inclusiva en la ruta escénica, y, es genial.
Aplaudimos de la misma manera al veterano Mario Roche, a las riendas de Genaro Gaspar, jefe de la estación radial de familia. Roche desplegó su capacidad de actor inteligente en la creación de un “Cookie Monster” que puede impartir ternura y puede atemorizar. Sus momentos en la defensa de la estadidad, y en la debilidad de un hombre enamorado, fueron brillantes.
Ivonne Arriaga como la frívola e hiperbólica actriz Julieta Villareal, que en verdad se llama Francisca Rodríguez y es amante de su jefe, demostró su dominio total del escenario. No podíamos dejar de mirarla.
Como Filomena (Fili) Rovira, Lily García, quien posee un indiscutible ángel escénico, se desempeñó, óptima, con alta credibilidad.
También le creímos al joven actor Nicolás Gutiérrez del Arroyo en el precioso personaje de Jesús (Chuíto) Vélez. El personaje, bien mandado, pero firme en lo que cree, y lleno de sueños, representa a la juventud que tomará las riendas del panorama.
Nuestros laureles son para Willie Denton en su interpretación de Guillermo Gaspar, primo de Genaro, independentista, veterano, y negro, casado con Fili en unión interracial. Una de las mejores caracterizaciones que le hemos visto, con la propina de una canción, “Cachita” de Rafael Hernández, la cual interpretó como el mejor. ¡Insuperable!
De la misma manera, entregamos laureles a los intérpretes de señas para sordos, Ismael Joel Sánchez, Carla Alemán, Carlos Mera, Michelle Quiñones, Luis Daniel Pesante y Yariel Hernández (intérprete sordo parcial), por un magnífico desempeño, que deben tener el privilegio de ver.
Laureles para las luces y la escenografía, al servicio de la armonía en el concepto, de Omar Torres Molina. Laureles para el inmejorable vestuario de época (Edgardo Cortés), la utilería (José Armando Santos), el maquillaje (Ricardo Santana) y peinados.
Laureles para la música, sonidos y banda sonora de Chenan Martínez. ¡Esplendido! Laureles para la exacta investigación musical de Javier Santiago.
Laureles para Adriana Pantoja, por el todo de un trabajo (dramaturgia, dirección, producción) formidable.
Completan el equipo: Juan Samuel Ignacio Bonilla Pérez (asistencia y regiduría); Fernando Simón (montaje de escenografía); Cristian Ortega Alicea (montaje de luces); José Armando Santos (asistencia de producción); Rafie Echevarría (relaciones públicas); José Brocco (fotografía promocional y arte gráfico); Cristina Martínez Mattei (fotografía en función y asistencia legal); Miguel Diffoot (voz en anuncio publicitario); Leo Morales, Media Room (edición vídeo promocional); Javier Ortiz (audio descriptor) y Janicebel Alicea (contabilidad).
¡Felicidades a Cuarzo Blanco por 35 años de quehacer teatral sin descanso! Esperamos la próxima producción.
Fundación Nacional para la Cultura Popular
Alina Marrero, mayo 6, 2024
Ondas de realidad en ‘WPRI Internacional’
por Alina Marrero
El no dividir a los personajes entre buenos y malos, es un acierto conmovedor en esta pieza de Adriana Pantoja, presentada en el Festival de Teatro Puertorriqueño.
En el pasado, hemos aplaudido puestas en escena que exploran la radio. Recordamos que en la década de 1980 se presentó “El llamado de la sangre” del venezolano José Gabriel Núñez, con elenco estelar de telenovelas, en la Sala Carlos Marichal del Centro de Bellas Artes.
En 1985, estrenó “A puro bolero”, una obra de Roberto Ramos-Perea ubicada en la década de 1980, que explora, entre asuntos políticos y otros detalles, el gran mal del “derecho a la mediocridad”.
Aun tenemos presente el revuelo público que ocasionó la disputa entre una actriz y un actor, esposos, por cierto, y protagonistas en esa producción. El incidente, en lugar de malograr la puesta en escena, colaboró para que las funciones se abarrotaran.
En 2010, y como parte de la edición 51 del Festival de Teatro Puertorriqueño que auspicia el ICP, estrenó “La radio está encendida”, versión de José Félix Gómez y Miguel Vando de “Usted tuvo la culpa Señor Bolero” de Osvaldo Luis Cintrón.
Esta obra, ubicada en la década de 1950, fue producida por Teatro del 60, y dirigida por José Félix Gómez. Contó con la participación de la actriz nacional Idalia Pérez Garay, entre otros buenos actores, y subió a escena en la Sala René Marqués del Centro de Bellas Artes de Santurce.
Catorce años después, Cuarzo Blanco, Inc., que preside Adriana Pantoja, en conmemoración del trigésimo quinto cumpleaños de la compañía de teatro, estrenó la obra “WPRI Radio Internacional”, como parte de la entrega 61 del Festival de Teatro Puertorriqueño que auspicia el Instituto de Cultura Puertorriqueña.
La comedia, original de la propia Adriana Pantoja, se presentó del 19 al 28 de abril de 2024, en la Sala Carlos Marichal del Centro de Bellas Artes de Santurce.
Como ocurre en las producciones de Cuarzo Blanco, todas las funciones integran lenguaje de señas para sordos, y el matiné del domingo incluye audio descripción para ciegos.
Con esta producción, Adriana Pantoja, combinó otros dos eventos importantes para celebrar: 102 años de radio isleña y 70 años de televisión puertorriqueña.
Pantoja, quien, desde hace años, produce el programa inclusivo de radio Artefusión, y formó parte del Taller Dramático de Radio 940 AM hasta su desaparición en 2021, no solo conoce al dedillo el medio radial, sino que trabajó junto a quienes fueron estrellas de la época dorada de la radio en la década de 1950, como Rey Francisco Quiñones, Juan Carlos Santacruz, Benjamín Morales, Miguel Ángel Álvarez, y Luz Odilea Font.
La combinación de la experiencia, la evidente investigación, el talento y la misión de ofrecer al público productos didácticos y entretenidos, se abrazaron para agasajar a los homenajeados y celebrar un cumpleaños encantador.
La trama de “WPRI, Radio Internacional” se desarrolla el domingo 28 de marzo de 1954, día del estreno de la televisión en Puerto Rico. Los que laboran en una estación de radio, que tiene su sede en un pueblo lejos de la capital, temen el fin de la era radial, y, por ende, el fin de sus empleos.
La situación se complica más cuando el locutor estrella falta al trabajo – ¡sin avisar! – para ir a una audición de televisión en WKAQ, en San Juan. Ese enredo comienza a desencadenarse cuando los personajes deciden levantarse a favor de lo que siempre han deseado, pero antes de la solución cuando todos se ponen de acuerdo en transformar la radio a favor de los tiempos, el asunto se complica más.
La televisión comenzó en la BBC, en el Reino Unido, en 1936. En Estados Unidos dio inicio en la NBC, en 1939, pero no se convirtió en un medio desarrollado hasta después de la de la Segunda Guerra Mundial.
El medio llegó, varios años después a Puerto Rico, y de la misma manera que sucedió en todos los países donde ya había televisión, este evento de grandiosa aceptación masiva, no significó el fin de la radio (tampoco del cine).
Pantoja aprovecha el hecho de que todos sabemos eso, a favor de su comedia, por lo que nos reímos del terror al cambio de unos seres humanos, a quienes, a la vez, deseamos abrazar.
Otro asunto que sobresale en esta pieza merece mención especial. El 10 de junio de 1948, se aprobó la Ley 53, conocida como la Ley de Mordaza, que declaró como ilegal la exhibición o posesión de la bandera puertorriqueña, hasta en la propia casa.
La Mordaza fue promulgada para sorprender al movimiento independentista en el País y limitar la expresión de la identidad nacional.
Aunque la Ley fue derogada en 1957, Luis Muñoz Marín izó la bandera puertorriqueña en la proclamación de la Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico en 1952.
Desde ese momento, los puertorriqueños se sintieron libres para llevar la monoestrellada, ideada y confeccionada por Antonio Vélez Alvarado, el 11 de junio de 1892, en Nueva York.
La directora le hace honor a esa libertad, al colocar pequeñas banderas de Puerto Rico en los escritorios de dos personajes bien delineados, relacionados con el ideal de la independencia, y una escena de confrontamiento político entre dos, construida con acierto y verdad.
Otras realidades importantes, que rondaron aquel momento, y rondan, a la vez, el texto de Pantoja, fueron, el ataque nacionalista a la Casa Blair en 1950, el tiroteo liderado por Lolita Lebrón en el Congreso de los Estados Unidos en 1954, las pruebas nucleares en Estados Unidos, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea.
La actitud de deber de un joven independentista puertorriqueño ante el servicio militar obligatorio, entonces, puede, hoy, parecer contradictorio, si se mira con falta de conocimiento y pasión sin sentido común.
En nuestro hogar, como en muchos hogares en Puerto Rico, un orgulloso padre independentista, fue también un orgulloso veterano de la Guerra de Corea. La guerra de Vietnam cambió el enfoque, y en 1973, papá independentista y veterano apoyó la decisión de objeción por conciencia de un apolítico hermano.
El no dividir a los personajes entre buenos y malos, es un acierto conmovedor en esta pieza.
El racismo – aún dentro de una familia interracial – es otro asunto que saluda en este trabajo como una realidad con la que hay que bregar.
Cuando fuimos a ver la obra y entramos en el 28 de marzo de 1954, de la obra, los telerreceptores (como se llamaban los televisores) o “la cajita mágica”, en muchos hogares de nuestro archipiélago estaban por mostrar, a través del canal 2, a las seis y media de la tarde, algo más que “la carta de ajuste de Cabeza de Indio” que se veía antes de la programación y que recordamos, con la ternura de nuestra más temprana niñez.
De haber penetrado en el futuro inmediato, hubiéramos visto a Evelio Otero recitar las noticias en la primera emisión de “Telenoticias”, pero la dramaturga se detiene antes de eso.
Nuestro encuentro con el sugerido set de época, micrófonos, consolas, accesorios, etc., en el teatro arena a tres lados seleccionado por la directora para elaborar su creatividad, fue convincente. De igual manera funcionaron las luces y la escenografía.
La música que se daba mientras esperábamos, fue un verdadero regalo. Pero cuando corría la obra y entró a escena aquella fiambrera, sonreímos con nostalgia y una lágrima.
El montaje, a nuestro parecer, tiene dos momentos cúspide. Uno de los mismos es dramático: confrontación entre primos que profesan ideales políticos diferentes, detenidos por la intervención de una mujer.
El otro es tierno, y muy simpático: la reacción de todos los personajes ante el indio estático en la pantalla del televisor.
Lo inclusivo (lenguaje de señas para sordos) en la ruta escénica de Adriana Pantoja parte desde la necesidad exacta de los sordos y culmina en una estética casi coreográfica, creación que ha perfeccionado la directora a lo largo de su trayectoria.
José Brocco se destacó como Vicente Rivera, el ingenuo y más disciplinado empleado de la estación radial, que padece de lo que hoy se conoce como Asperger. El actor, fiel a su personaje hasta la médula, logró que su participación fuera dilecta del público. Aplausos.
Pantoja, con intérpretes de señas tan talentosos y capaces como sus actores, integra su coreografía inclusiva en la ruta escénica, y, es genial.
Aplaudimos de la misma manera al veterano Mario Roche, a las riendas de Genaro Gaspar, jefe de la estación radial de familia. Roche desplegó su capacidad de actor inteligente en la creación de un “Cookie Monster” que puede impartir ternura y puede atemorizar. Sus momentos en la defensa de la estadidad, y en la debilidad de un hombre enamorado, fueron brillantes.
Ivonne Arriaga como la frívola e hiperbólica actriz Julieta Villareal, que en verdad se llama Francisca Rodríguez y es amante de su jefe, demostró su dominio total del escenario. No podíamos dejar de mirarla.
Como Filomena (Fili) Rovira, Lily García, quien posee un indiscutible ángel escénico, se desempeñó, óptima, con alta credibilidad.
También le creímos al joven actor Nicolás Gutiérrez del Arroyo en el precioso personaje de Jesús (Chuíto) Vélez. El personaje, bien mandado, pero firme en lo que cree, y lleno de sueños, representa a la juventud que tomará las riendas del panorama.
Nuestros laureles son para Willie Denton en su interpretación de Guillermo Gaspar, primo de Genaro, independentista, veterano, y negro, casado con Fili en unión interracial. Una de las mejores caracterizaciones que le hemos visto, con la propina de una canción, “Cachita” de Rafael Hernández, la cual interpretó como el mejor. ¡Insuperable!
De la misma manera, entregamos laureles a los intérpretes de señas para sordos, Ismael Joel Sánchez, Carla Alemán, Carlos Mera, Michelle Quiñones, Luis Daniel Pesante y Yariel Hernández (intérprete sordo parcial), por un magnífico desempeño, que deben tener el privilegio de ver.
Laureles para las luces y la escenografía, al servicio de la armonía en el concepto, de Omar Torres Molina. Laureles para el inmejorable vestuario de época (Edgardo Cortés), la utilería (José Armando Santos), el maquillaje (Ricardo Santana) y peinados.
Laureles para la música, sonidos y banda sonora de Chenan Martínez. ¡Esplendido! Laureles para la exacta investigación musical de Javier Santiago.
Laureles para Adriana Pantoja, por el todo de un trabajo (dramaturgia, dirección, producción) formidable.
Completan el equipo: Juan Samuel Ignacio Bonilla Pérez (asistencia y regiduría); Fernando Simón (montaje de escenografía); Cristian Ortega Alicea (montaje de luces); José Armando Santos (asistencia de producción); Rafie Echevarría (relaciones públicas); José Brocco (fotografía promocional y arte gráfico); Cristina Martínez Mattei (fotografía en función y asistencia legal); Miguel Diffoot (voz en anuncio publicitario); Leo Morales, Media Room (edición vídeo promocional); Javier Ortiz (audio descriptor) y Janicebel Alicea (contabilidad).
¡Felicidades a Cuarzo Blanco por 35 años de quehacer teatral sin descanso! Esperamos la próxima producción.
Roberto Ramos Perea
Abril 28, 2024, 3:05am WPRI RADIO INTERNACIONAL: MUY EFECTIVA OBRA. Por R. RAMOS-PEREA www.institutoalejandrotapia.org Adriana Pantoja, colega dramaturga y teatrera dinámica, no pierde tiempo en celebrar cada año de su trayectoria y hoy celebra 35. Para ella, es un grito de afirmación de su vocación y su sacrificio, y yo, aunque me sonrío porque me da mucha ternura, (sobre todo a los que llevamos más de 50 años en este tajureo), me siento muy alegre por ella y no quiero perder una sola oportunidad de seguirla estimulando y en la medida de mis fuerzas y sin ser condescendiente, darle la mano. Porque creo en su gran talento, en su fuerte y apasionada vocación y en su honesta búsqueda de la excelencia, la que muchas veces encuentra. Asisto a ver sus obras siempre que puedo. Con su más reciente WPRI RADIO INTERNACIONAL salgo del teatro agradecido de haber visto a una dramaturga más joven que yo crecerse con grandísima altura, y dominio de su arte. La historia es sencilla: en el año 1957, la estación WPRI se enfrentará a dos de los temas más complejos de ese momento: los conflictos entre nacionalistas y pitiyanquis boricuas, y la llegada de la televisión a los pueblos del interior del país; todo en el ambiente de una estación de radio venida a menos. El tema de la radio no es nuevo. Nos llegó en la excelente adaptación que se hizo en Puerto Rico de la obra venezolana, EL LLAMADO DE LA SANGRE por allá por los ochenta arriba, y por esas mismas fechas A PURO BOLERO del que esto escribe. En ellas, la radio era la comunicación de todos los puertorriqueños, pero como todo en la vida, su gloria llegaba a su final. El texto de Pantoja viaja entre un tema y otro anclándose en el último. Los personajes se enfrentan con gran incertidumbre a la posibilidad de que la radio sea sustituida por la “cajita mágica” que llega a la estación. Sus personajes tienen pasado, tienen prejuicios horribles que harán explosión. Nos pareció que el tema político debió ser el tema central, por una razón particular que la autora conoce bien, porque está excelentemente documentada: ES LA POLÍTICA LA QUE SIEMPRE SALTA A LA HORA DE LAS INCERTIDUMBRES DE IDENTIDAD. Los primos Gaspar, el uno independentista y el otro rabioso estadista, se carean con rabia, hasta que el estadista saca la carta del racismo, pues uno de ellos es negro. La autora lleva la tensión hasta la violencia, pero luego se resuelve en un consejo de buena fe. Pero no es tan fácil. Ni para la dramaturga ni para el público que escuchó muy atento a la escena de conflicto que debió ser colocada más cerca del final. Pero esta consideración estructural es nada al lado de los grandes méritos de la pieza. La obra es chispeante, ocurrente, diestra y refleja el discurso de avenencia que proponen las nuevas generaciones de dramaturgos en sus obras. Su producción y la dirección de la dramaturga es coherente y de gran mvoilidad. La inclusión de personas en el lenguaje de señas es muy considerado e integrado a la trama con gran respeto por el reto que enfrentan los sordos. La noche fue sin duda de José Brocco. Una actuación sencilla atiborrada de matices, en un personaje de bobo ilustrado muy bien concebido. Sólido, chispeante, fluido y natural, es un boricua de la calle víctima de indecisiones ajenas. Gran trabajo el de José Brocco, se nota que tuvo un “buen maestro”. Willie Denton es uno de los tres mejores primeros actores de los que goza nuestra escena nacional. Su interpretación del empleado marginado que de pronto se hace imprescindble, está llena de emociones y contradicciones. Una construcción mesurada, divertida por demás (¡ese baile de Cachita nos hizo trepidar de risa!) confirma que Denton es siempre excelencia de la más alta. Mario Roche, un señor actor al que desearíamos ver más en nuestros escenarios, como el estadista racista y aspavientoso dueño de la emisora radial, logra que le tomemos aversión a su testaruda rigidez. Eso hacen los personajes bien creados. Una delicia de actuación. Ivonne Arriaga como la actriz a quien atormentan sus arrugas, con gran corrección y sobrada malicia de la buena para dominar la escena, nos deleita con un trabajo actoral cuidado y firme, lleno de sus verdades que nos mantienen entre la carcajada y el cinismo. Lily García siempre es una aventura deliciosa como actriz. Proyecta su genuina buena fe y sencillez con astucia y precisión. El joven actor Nicolás Gutiérrez cumple con gran verdad su breve personaje. Reiteramos la calidad de nuestra colega: 35 años no pasan en vano y a ella le han servido para consolidar lo que siempre le conocimos, un talento sin igual para la dramaturgia y una pasión de llevarla a escena que siempre enamora. Esta obra es una muy buena aportación al teatro nacional contemporáneo y se la agradecemos con entusiasmo. Reseña en video por Jae Rodríguez
(Favor apretar el botón para ver el video) |
Desde mi punto de vista
May 1, 2024, 7:18pm WPRI: Radio Internacional Por: Wanda Irizarry La evolución, el progreso y los avances en todos los sentidos siempre han sido, son y serán bien vistos por gran parte de la sociedad. Esto no significa que, a largo plazo, realmente resulten ser buenos o que aquello que existía antes pierda vida. Uno de los inventos más revolucionarios en la década de los 50 fue la llegada de la televisión, siendo Telemundo quien hizo la primera transmisión televisiva, en blanco y negro, en Puerto Rico. Antes de su arribo todo se recibía a través de las ondas radiales: noticias, novelas, comentarios, música, entre otros. Trabajar en radio requería de experiencia y, en el caso de los locutores y actores, de tener una buena voz. La parte física no era importante ya que ese aspecto quedaba en el poder de la imaginación de los radioescuchas. Todos conocemos la historia, pero ¿cuántos se han preguntado cómo reaccionaron las personas directamente afectadas? ¿Cómo fue esa primera transmisión de audio e imagen a través de la “caja mágica”? Son precisamente estos los temas principales que nos muestra esta puesta en escena. La obra se desarrolla en un solo día, el domingo 28 de marzo de 1954. En el transcurso de la trama podemos ver lo que se supone que suceda en un día normal de trabajo en la estación radial, pero el caos comienza cuando el locutor principal no llega a trabajar. A partir de ese momento se suscitan una serie de situaciones graciosas y otras de contexto más serio. Era imposible dejar de lado el momento histórico que se vivía a nivel político. En 1952, Puerto Rico tuvo vigencia la Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico. En 1953, Puerto Rico cambió a un "estado libre asociado" de los Estados Unidos, pero no pagaríamos impuestos federales y no tendríamos la oportunidad de votar por el presidente de los Estados Unidos. Además, en 1948 la Cámara de Representantes había aprobado unos proyectos de ley que causaban intimidación en todo aquel que albergará sentimientos independentistas. A esto súmele que el racismo era más visible y era expresado libremente. El contexto político y racial no eran el tema principal de esta obra. Sin embargo, dado el momento en que se desarrolla esta historia, era imposible dejarlo de lado. Por este motivo, pudimos ver “ambos lados” al contar con un personaje que apoyaba ciegamente a los Estados Unidos y otros que se aferraban a su patria y el sueño de libertad. Creo que esto jugó a favor de la trama ya que hubo varios simbolismos representativos del poder que bien podían ser interpretados como poder ejecutivo como poder político. Desde que se entraba a la sala, se podía respirar historia. Visual y auditivamente eras inmediatamente transportado a los años 50. Se podía observar el estudio radial y todo lo que lo componía. Cada detalle fue extremadamente cuidado para que no hubieras “errores de tiempo” y se mostrara algo que no estuviese acorde con la fecha en que desarrolla la trama. Los escritorios, las sillas, la consola de sonido, el micrófono… todo demostró que hubo un estudio minucioso. Una pequeña “tarima” o segundo piso, separaba del suelo el escritorio y área de trabajo del jefe. De igual forma, el área de sonido de la estación estaba sobre una plataforma. La utilería también fue detallada: termos, fiambreras, bultos, libros, el televisor… el detalle más destacado eran unas pequeñas banderas de Puerto Rico en el área de la consola y de uno de los escritorios, mientras que en el del jefe había una de Estados Unidos. Esto dejaba claro inmediatamente la postura política de los personajes específicos. El vestuario y los peinados fueron una delicia, al igual que el sonido. La música fue clave en esta producción, recuerde que hablamos de una emisora radial. Las luces contaron con ciertos efectos especiales de enfoque a un personaje o momento. Brindaron la claridad necesaria a “sombrío” o sobrio de la carta de colores que dominaba el escenario. Pero hablemos un poco sobre los personajes y los actores. Mario Roche interpretó a Genaro Gaspar, el jefe de la emisora y quien la heredó de su padre. Genaro era un hombre serio, tradicional y el tipo de jefe que se aferra a una idea o concepto y para que se mueva de allí se necesita un milagro. Nunca había visto a Roche en escena, pero su actuación fue limpia y directa. Logró su cometido de “caer mal” y esto significa que hizo un buen trabajo. Willie Denton le dio vida a Guillermo Gaspar, quien es primo de Genaro y obtuvo su trabajo gracias a este. A pesar de esto, Guillermo es un hombre de familia, responsable, trabajador, sencillo y con talentos escondidos que desea dejar salir, pero su primo no le da la oportunidad de hacerlo por darle espacio solo a los mismos talentos. Willie es un actor versátil que puede darle rienda suelta a cualquier personaje con naturalidad. Esta no fue la excepción. Lilly García fue Filomena (Fili) Rovira, la esposa de Guillermo. Fili es una mujer amorosa pero frontal, de las que no tiene miedo a expresar sus ideas, y que ama mucho a su esposo. Ella no trabaja en la emisora, pero todos la conocen porque “da la vuelta” de vez en cuando para ver a su marido o llevarle cosas que se le quedan en la casa. Lilly llevó este personaje de forma calmada, como la mujer que es firme en sus convicciones, pero no busca imponerse a gritos sino utilizando la psicología inversa. Su momento de enojo, a pesar del sentimiento, tuvo su grado de calma. Creo que la actuación estuvo cerca de lo que representa Lilly en su realidad. Nicolás Gutiérrez del Arroyo nos regaló a Jesús (Chuito) Vélez. Chuito es el joven que todos quieren, que es impetuoso y apasionado pero humilde. Este ve en Guillermo una figura paterna y como un ejemplo a seguir. Fue la primera vez que vi a este joven en escena, pero tiene mucho potencial. Su trabajo fue fresco y natural. Ivonne Arriaga, por su parte, trajo a escena a Julieta Villareal. Julieta es la típica actriz con aires de diva, protagonista de la novela radial. Esta mujer vive en un eterno melodrama, es exagerada, algo narcisista y “yoista”. Entre líneas se deja ver que es una “amiga especial” de Genaro. Ivonne se ha destacado en múltiples géneros, pero ha sido más conocida por la comedia. Este personaje lo decoró con parte de esa imagen, dándole esa impresión caricaturesca típica de las personas que piensan que son excesivamente talentosas y pocos son como ellos. Arriaga sabe muy bien el suelo que pisa y lo hace con fuerza. Pero el personaje que, a mi entender, será el más recordado y memorable de esta pieza es Vicente Rivera, quien vio la luz gracias a José Brocco. Vicente es el que trabaja en los controles, un hombre con un toque de inocencia y niñería que realiza los comentarios más inesperados en los momentos más tensos. Este fue el oasis dentro de la densidad de la historia. Brocco es un actor muy versátil que crece con cada trabajo. Nunca deja de aprender ni de sorprender. Su personaje fue impecable, con una gracia que no necesitó forzar y con una simpleza exquisita. Esta pieza fue escrita, dirigida y producida por Adriana Pantoja. Su labor en todos los aspectos muestra la calidad de su trabajo. Además, contó con recursos que recrearon la obra con lenguaje de señas. Contrario a otras producciones, en esta había un traductor por cada actor y debo decir que su trabajo fue divino. La obra llegó a escena como parte del 61er Festival de Teatro Puertorriqueño del ICO. Espero no haber asistido a la última función, porque está puesta en escena merece ser vista en muchos escenarios y por mucha gente. Es una joya en toda su extensión y esplendor. |
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