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Fundacion Nacional para la Cultura Popular - https://prpop.org/2022/04/doble-cara-realismo-como-hilo-conductor/
Alina Marrero, 16 abril 2022

‘Doble cara’: realismo como hilo conductor
por Alina Marrero

El texto de la dramaturga Adriana Pantoja pone los puntos sobre las íes, y dice lo que tiene que ser dicho.

Comenzaremos con el texto, el cual merece muchos más comentarios. Conocemos el teatro de Adriana Pantoja. Es una buena dramaturga de experiencia que conoce muy bien su oficio. Su teatro, se nutre tanto de la vanguardia, como de lo tradicional. Como artista de su época, en ocasiones inserta vídeos donde una acción importante se puede dar, y en otras, rompe con canciones que ella misma compone. Sabemos que Pantoja, porque así lo ha dicho, decide el tema del cual va a escribir, se lanza en una intensa investigación, diagrama la acción que escribe para actores específicos, y después de todo lo anterior se lanza en picada con una nueva obra de teatro.


Los temas que explora esta dramaturga, aunque pueden ser escandalosos, como el incesto, los desarrolla con elegante humanidad. La dificultad de mantener el celibato y la pedofilia, en la iglesia católica son los dos temas principales que corren paralelos en “Doble cara”, propuesta que iba a estrenarse en 2020, y por el cierre total de la pandemia, tardó dos años en ver la luz.

Uno de los temas, la dificultad de mantener el celibato, es sostenido por dos personajes, Padre Nacho y Padre Gabriel. Solo uno de esos dos personajes, Padre Gabriel, desarrolla el tema de la pedofilia. El primer tema es inaceptable para la iglesia católica, pero abrazado por otras denominaciones cristianas y otras religiones, siempre y cuando se trate de la relación estable entre un hombre y una mujer. El segundo tema (en el caso de esta obra, no se da con niñas, pero entendemos que el señalamiento no las excluye) se considera una aberración, inaceptablemente inmoral, más allá de las paredes de cualquier templo. Por la cantidad de valientes que se han atrevido a llevar sus casos a los tribunales, hay información accesible a través de artículos, películas y documentales.

Instituciones, como la ONU han hecho declaraciones, y aunque la situación ha sido aceptada por el Vaticano, los casos se siguen ocultando. La iglesia “castiga” a los sacerdotes pedófilos al trasladarlos de parroquia en parroquia y hasta de país en país. El tema, como verdad social, no es novel. De hecho, es milenario. Conocemos, por la historia, la cual dista de contarlo todo, algunos casos de personas con autoridad, dentro y fuera de las iglesias, que abusaron sexualmente de aquellos a quienes consideraron inferiores. Pero una cosa es ser un adulto abusado, y otra ser un niño abusado. Si ambos ejemplos son nefastos, no hay un adjetivo lo suficientemente asqueroso que modifique el nombre de la segunda acción.

Ser dañados por personas que han hecho votos religiosos para ayudarnos, es suficiente motivo para perder cualquier fe atribuida a un poder que va por encima de nosotros… no obstante, en la obra de Pantoja, no sucede así. Tal vez la autora desee que quede bien claro que ella no ataca la creencia, sino que señala el proceder humano. La autora parece también señalar que nuestro comportamiento, aun el más deplorable, responde a un por qué, lo cual no podemos confundir con ser permisibles. De hecho, la autora, enarbola la consiga del poder del pueblo, y presenta, al final, la indignación un pueblo que se levanta con ira para destruir, no la creencia, sino la estructura física que representa la institución.

Para su nueva obra, Adriana, que planea todas sus hazañas también como directora, escogió el realismo como hilo conductor de su historia, el cual se rompe en una sola escena que comentaremos más adelante.

Asistimos a la función de “Doble cara” escrita, dirigida y producida por Adriana Pantoja para Cuarzo Blanco, Inc., que se dio el viernes 8 de abril, a las ocho de la noche, en la Sala Carlos Marichal del Centro de Bellas Artes de Santurce. De inmediato, se hizo evidente que apreciaríamos un montaje de teatro arena a tres lados. Nuestro primer encuentro fue con la escenografía, diseño de José Luis Gutiérrez. El diseño minimalista y colorido, presentaba dos hileras simétricas de vitrales, a cada lado, al fondo de una tarima, una mesa para la liturgia de la misa católica se colocó en el centro de la misma tarima, y desde el techo colgaba una impresionante cruz que parecía caer encima de la trama. El resto eran elementos en nivel del escenario real. La escenografía funcionó con acierto. Lo mismo señalamos del diseño de luces de Omar Torres Molina. La combinación de luces con escenografía, impartió belleza y excelente ambientación.


Un espacio en la tarima del fondo, a la izquierda del espectador sentado de frente, se reservó para la excelente labor de los intérpretes de señas para sordos (algo que no falta en los montajes de Cuarzo Blanco), convertidos en verdaderos actores convincentes: Ismael Joel Sánchez para Willie Denton (Padre Gabriel), José W. Santiago para José Luis Gutiérrez (Padre Nacho), Luis Daniel Pesante para Omar Torres Molina (Elías), Yariel Hernández para Jorge Armando (Rauly) y Alexssa Hernández a Laura Isabel (Isabel). ¡Muy bien!

Willie Denton, uno de nuestros mejores y experimentados actores, demostró toda su veteranía al tomar las riendas del personaje más detestable, el pedófilo manipulador quien no logró nuestra simpatía a pesar de que, a solas con el público expuso su terrible pasado. Pero el padre Gabriel no es inconsciente. El padre Gabriel consulta con sus “amigos”, vía celular, sus fechorías y esos “amigos” le informan que las víctimas están comenzando a hablar. A través de estas voces, la dramaturga extiende nuestra mirada al mundo exterior, donde otros tantos sacerdotes incurren en el mismo comportamiento. Si bien es cierto que hay comportamientos que pueden ser efectos de alguna enfermedad, también es cierto que las personas que comenten crímenes de pedofilia y violación en general, son tan peligrosas para la sociedad como los asesinos en serie.

José Luis Gutiérrez, no soltó el timón del Padre Nacho, y al hacerlo resaltaron sus mejores cualidades como actor. La naturalidad es algo por lo cual siempre se destaca. Uno de sus momentos más tiernos, es cuando habla de su raza mestiza y enseña un retrato de su madre negra, que resultó ser nuestra insigne teatrera, Victoria Espinosa (foto de Gabriel Suau, cortesía de Producciones Cisne), homenaje de la directora a la gran maestra en su centenario. Por otro lado, Gutiérrez pudo, tal vez, profundizar más en algunos meritorios momentos, como cuando el sacerdote se entera que Rauly es su hijo, concebido la misma noche en la cual tomó los hábitos, y que el joven padece de Asperger, algo que no le había sido notificado, a pesar de ser su tutor.

Ambos personajes, padre Gabriel y padre Nacho, son igualmente cobardes: Gabriel en su descarada locura y Nacho en su vergonzoso silencio. La valentía de Nacho solo llega cuando siente que su propio hijo puede convertirse en víctima del agresor. Lo anterior, es un comentario poderosamente realista que hace Adriana Pantoja sobre una débil condición humana que ronda, como un virus, nuestra sociedad.

Laura Isabel, una muy buena actriz puertorriqueña, cumplió como Isabel, madre de Rauly, personaje que se escapa de una carta para tener una conversación que debió sostenerse con el recipiente, años atrás. Isabel decide revelar su secreto cuando se entera que ella puede morir de cáncer en cualquier momento. Se trata de la única escena “irreal” de Doble cara. Por ser una escena tan reveladora, y por tratarse de un personaje que calla por castigarse, es la más difícil y peligrosa de la obra. En una “irrealidad” sucede lo que desee nuestra voluntad. La directora impartió matices de credibilidad a ese deseo.

Los laureles de la actuación en este montaje son, a nuestro parecer, para Omar Torres Molina y Jorge Armando, quienes, aprovecharon al máximo cada fracción de momento con los personajes más atractivos de la obra. Como Elías, el seminarista, víctima del Padre Gabriel desde que es un niño, Omar Torres Molina hizo un trabajo impresionante. Nos parece estar viendo sus reacciones, sus miradas, su caminar, su cuerpo, totalmente en función de lo que tenía que ser. ¡Bellísimo!


Como Rauly, Jorge Armando se apoderó de un personaje que, aunque muy simpático, no resulta de fácil entendimiento para aquellos que carecen de experiencia con personas que tienen problemas de condición intelectual. Chicos como Rauly no reaccionan como los demás, por lo cual no podemos evaluar a estos personajes conforme la lógica de alguien “normal”, pero, existe un patrón de comportamiento que las identifica. Le creímos a Jorge Armando, en sus 30, los 16 años y el Asperger de Rauly, desde el momento que hizo la primera entrada. Rendimos loas a un trabajo actoral, el cual, al tener conocimiento de causa, nos consta como real. Rendimos loas a la dramaturga y a la directora que sopló esa vida y a la producción que puso a funcionar el todo de la obra de teatro.

Nos queda por decir que los arreglos musicales, banda sonora y sonido incluidos, armonizaron con el concepto y con nuestra percepción. Las voces grabadas, “al otro lado del teléfono”, de Miguel Difoot y José Brocco, fueron creíbles y efectivas. El diseño de vestuario de Edgardo Cortés, fue funcional y acertado; de igual manera su coordinación de la utilería.

Completan el equipo de Doble Cara, Ricardo Santana (maquillaje) Javier Ortiz (Audio descriptor); Natalia García, Edgardo Cortés (Asistentes de producción); José Brocco (Fotos publicitarias, edición vídeos); Cristina Martínez Mattei (Fotos en función); Julio A. García Rosado, José Brocco (Arte gráfico); Lidda García, Grandes eventos (Relaciones públicas); Janicebel Alicea, TBAS (Contabilidad); Lcdo. Jorge Morales (Contabilidad legal); Gabriel Palerm, Palerm Insurance (Seguros).

Después de “Doble cara”, volvemos a lanzar el grito: ¡La dramaturgia puertorriqueña no carece de nada! Añadimos: La dramaturgia puertorriqueña pone los puntos sobre las íes, y dice lo que tiene que ser dicho. ¡Felicidades a Cuarzo Blanco por este estreno mundial en su trigésimo tercer aniversario!

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Jorge Antares, 23 abril, 2022

Reseña de la obra “Doble Cara”
por Jorge Antares, actor


Si no la vieron… se la perdieron. (…)

Yo no soy crítico de teatro… yo solo soy un humilde teatrero que ha venido haciendo y viendo teatro por poco más de 40 años.  (…) Así que, con esta información, ya podrán concluir que “Doble Cara” me gustó.

De pequeño era “malamañoso”, no me gustaba el aguacate… aunque nunca probé uno hasta mis 21 años. Cuando lo hice, descubrí una de las frutas más sabrosas que jamás había probado y que, desde ese día al presente, es de mis preferidas. Así me ha pasado con la extensa obra de Adriana Pantoja. Hoy, por primera vez, acabo de ver una excelente muestra de su trabajo. Claro que el enajenado he sido yo… ella tiene una fructífera y admirable trayectoria de 33 años. Luego de haber visto su montaje, no quisiera perderme ninguno otro; y les sugiero a ustedes que igualmente la sigan y disfruten de su talento.

Bueno… DOBLE CARA… última función, hoy domingo 10 de abril de 2022. Comenzaré por elogiar los valores de producción. En tiempos en los que ser creativo es imperativo para un montaje teatral costo efectivo, contar con una escenografía funcional y adecuada para el desplazamiento de los actores es un lujo que el público debe agradecer.  La escenografía estuvo a cargo de José Luis Gutiérrez Reyes. La misma estuvo muy bien construida y la selección de colores sobrios con colores brillantes, haciendo contraste, fue muy adecuada y agradable. También se tuvo el cuidado de trabajar el piso que demarcó toda el área de actuación. El uso de plataformas y escaleras recreando un altar permitió contar con áreas de actuación en niveles y, también, delimitar espacios para los recursos que dramatizaron el lenguaje de señas disponible en todas las funciones. Los tres bancos para sentarse ayudaron a los actores a desarrollar escenas especiales en varios momentos de la pieza. Vale destacar la enorme cruz, con alambre de púas, que colgaba del techo: su posición le daba una altura imponente al escenario y constituía, en sí misma, un objeto que nos llevaba a la reflexión.

La iluminación de Omar Torres jugó un papel importante en el montaje, haciendo perfecta armonía con la escenografía y demarcando áreas de actuación en momentos particulares, así como cambios de ambientación y especiales. El sonido y la música de Chenan Martínez no fueron protagónicos, sino que le brindaron el apoyo que necesitó la pieza en momentos dados en la trama. Muy bien realizadas las llamadas del obispo a través del “speaker” del celular. La calidad del sonido recreaba efectivamente el sonido de un celular y no las bocinas de una sala de teatro. Igualmente cuando tocaban a la puerta, la
resonancia provenía del lugar exacto, con un volumen real de sonido.

La dirección de la pieza es digna de elogio también. Adriana movió a sus actores en un espacio proyectado a tres lados, manteniendo satisfecho al público de cada lado. Excelente balance escénico y uso de múltiples áreas de actuación a través de las, aproximadamente, dos horas de duración, sin intermedio. Y no empece la presentación fue sin intermedio, el ritmo del montaje fue adecuado y no se hizo larga ni lenta la obra en ningún momento. El desplazamiento de los personajes fluía con gran naturalidad, recreando al público escenas que parecían sacadas de la vida real.  En su obra, la dramaturga trata, con mucho respeto y responsabilidad, la triste realidad que enfrentan algunos hombres que se someten al celibato, reprimiendo sus instintos o sentimientos naturales; y cómo esto puede afectar a terceros. Lo interesante de la propuesta de Adriana es que le permite a la audiencia visualizar estas circunstancias desde los diferentes puntos de vista, concluyendo que, en esos casos, todos pueden ser víctimas de las circunstancias, de alguna u otra manera… aunque queda claro que unos son más vulnerables que otros.

Las actuaciones estuvieron magistrales. Omar Torres luce con mucha credibilidad en la interpretación de su personaje… su postura, su “body language”, su forma de caminar, un tipo raro de verdad… Les juro que yo he visto a ese tipo acá afuera en la vida real. ¡Muy bien logrado!

José Luis Gutiérrez posee una naturalidad tan extraordinaria que te hace creer que estas espiando un hecho verídico. Un actor con mucha “tabla”. Trabajó su personaje de sacerdote con mucha sensibilidad. Aprovechó al máximo las transiciones de su personaje. Fuerza y ternura; convicción y sinceridad. Sin duda, trabajó un personaje inspirador. Estuvo muy bien “casteado” para este personaje.

La veteranía de Willie Denton se hace notable en el desarrollo del personaje más fuerte de la pieza. Sus matices y transiciones nos llevan en una montaña rusa de emociones; y, pese a las faltas de su personaje, la audiencia pudo llegar a ser empática con él. Con la dicción extraordinaria que caracteriza a Willie, éste desnuda efectivamente las interioridades de un personaje que carga una crisis existencial complicada.

Laura Isabel tuvo una corta intervención en un personaje inesperado, el cual le dio un giro diferente a la historia. Pero, a pesar de ser un personaje corto, ella aprovechó su momento para brillar y tuvo pleno control de la escena, la cual fue notablemente dramática. Fue refrescante contar con ese personaje femenino, que añadió otro tipo de sentimiento y emoción al montaje. Su ejecución estuvo muy bien balanceada con la de sus compañeros, manteniendo la calidad actoral de la pieza en óptimos niveles.

He dejado para lo último a Jorge Armando por haber encarnado al personaje que le robó el corazón al público. Este actor es mi amigo: lo conozco desde que él tenía 6 años y ya se lucía en obras de teatro infantil. Confieso que, cuando lo vi entrar al escenario por primera vez en esta obra, su personaje me confundió por diferentes razones. Una de ellas fue que, en un montaje con tanto realismo, se me hacía difícil verlo como un adolescente de 15 años. Además, su personaje sufría de la condición conocida como Síndrome de Asperger. Esto lleva al personaje a comportarse de una manera diferente a como se comportaría un adolescente de esa edad. En este caso, el personaje era aún más aniñado. Eso lo alejaba aún más de la edad del actor. Encima, manifestaba ciertos problemas de aprendizaje y de comportamiento. Precisamente, gracias a la vasta experiencia y recurso histriónico de Jorge Armando, éste pudo llevarnos a darnos cuenta, oportunamente, que este personaje tenía un problema psicológico. Era notable que el actor hizo un buen estudio de personaje y preparación para recrear la expresión corporal y forma de hablar de un adolescente con esa condición, de manera que, al rato, se nos olvidara que se trataba de un actor adulto en escena. En ese sentido es un trabajo encomiable de su parte.

Definitivamente, Adriana le apostó a Jorge Armando y éste no le falló. Pero pienso que un actor más cercano a esa edad hubiese recreado la fantasía teatral con más efectividad.

Así que, concluyendo, no se quede sin probar el aguacate; y, la próxima vez que usted vea una promoción de una obra de Adriana Pantoja o de Cuarzo Blanco, Inc., hágase un favor y corra a reservar sus boletos.


Revista Grandes Eventos - https://grandeseventospr.squarespace.com/revista-grandes-eventos
Prof. Carlos Vázquez Cruz

Reseña de la obra “Doble Cara”
por Prof. Carlos Vázquez Cruz
Catedrático Auxiliar en Literatura, UPR, Mayagüez


A las 3:30 de la tarde de hoy (10 de abril, 2022), fui a la sala Carlos Marichal del Centro de Bellas Artes para ver "Doble cara", obra escrita y dirigida por Adriana Pantoja para Cuarzo Blanco. Fui con temor porque resulta muy fácil caer en clichés que laceren seriamente una obra cuando se tratan temas manidos, como las relaciones hetero u homoafectivas que involucran a miembros del clero.
 
La sobriedad del escenario (lograda por José Luis Gutiérrez) abarcaba el altar y los banquillos inmediatos de tres filas distintas. Al frente y a lo alto, se imponía inclinada una cruz grande forrada en alambre de púas, la cual podría pasar por urgente y obvia si no fuese porque, en una de sus intervenciones, Padre Gabriel a cargo hace referencia a una imagen relativa a tener el corazón o el alma forrado de espinas o de púas. Entonces descubrimos que la cruz deviene en prolepsis. La iluminación (Omar Torres) sobre los vitrales en diversos instantes generó efectos tan hermosos como intensos.
 
Contrario a muy pocas obras que he visto recientemente, la trama resultó extraordinaria, narrativamente hablando. No hubo secretos codificados que luego relucieran debido a golpes efectistas. Desde muy temprano, se supo quién abusaba de quién, así como cuál sería el padre de cuál, mas las sutilezas que deshilvanaban los acontecimientos lo hacían de tal manera que me complacía presenciarlas.
 
El espectro de experiencias y sentimientos desplegado por Padre Gabriel (Willie Denton) demostró sus múltiples conflictos, cosa que -narrativa y actoralmente- delineó muchas aristas de la complejidad humana. El Padre Nacho de José Luis Gutiérrez, contenedor de silencios que simultáneamente lo aprisionaban y atormentaban, habitaba en una atmósfera conformista, pero, una vez se descubrió capaz de ayudar a que Rauly y Elías alcanzaran sus sueños, paulatinamente la fue abandonando. Elías (Omar Torres), quien sufre los cambios más dramáticos, por un breve instante se torna enigmático en la palabra, aunque el complemento de la actuación colma los escasos vacíos. Rauly (Jorge Armando) estuvo siempre a cargo de un "comic relief" dotado de insondable profundidad. No se trató de la broma fácil, del chiste intrascendente, sino del alto ingenio operando en la mente de un Asperger. Ésa fue la razón por la que, en dos días, el muchacho -a quien le tomaba cinco minutos leer dos líneas- al final leyó una carta kilométrica. En resumidas cuentas, Rauly quizás se aferró a su supuesta incapacidad para leer sólo con la intención de compartir más tiempo con Padre Nacho. Finalmente, Isabel (Laura Isabel), madre de Rauly, quien aparece en una sola escena, inserta en la fantasía de Padre Nacho mientras leía su carta, no se mantuvo al nivel del resto del elenco.
 
Ameritan mención los intérpretes de señas para sordos, quienes, además, se incorporaron a la actuación, creando en el escenario una diversidad representativa de aquella en el público. Ismael Joel Sánchez acompañó a Padre Gabriel; José W. Santiago a Padre Nacho, Luis Daniel Pesante a Elías, Yariel Hernández a Rauly y Alexssa Hernández a Isabel. La luminotecnia (Omar Torres) y el sonido (Chenan Martínez) obraron maravillas, máxime cuando hubo instancias en que, fuese por llamadas telefónicas o por algazara del exterior que violentaba la "paz" del santo recinto, era imperativa la sincronía entre ambas.
 
Por momentos, se rozó el melodrama, cuyo poder no hay que subestimar -por supuesto-, mas del mismo modo airoso en que la trama llegó a él, así lo rebasó. La inmensa mayoría del tiempo me embelesé con la(s) forma(s) en que se develaban las caracterizaciones. Una persona cerca de mí me susurró: "¿No están gritando mucho?" Y le contesté: "Cuando la olla de presión llega al límite, se mata pitando".
 
En fin, celebro no haberme perdido esa "Doble cara" que, a la larga, a través de la historia, ha sido una sola. Gracias mil a tanto talento puertorriqueño.

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